Estamos acostumbrados a planificar nuestro trabajo, nuestra vida, nuestras vacaciones, nuestro futuro; estamos acostumbrados a vivir con unas expectativas sobre el futuro que más o menos se iban cumpliendo dentro de unos límites controlados por nosotros, sólo sobrepasados cuando ocurría alguna circunstancia extraordinaria, positiva como que te tocara la lotería o negativa como una enfermedad o fallecimiento; nos recolocábamos ante esa situación, unos en menos tiempo que otros, pero salvo excepciones nos recolocábamos, y seguíamos...
¿y ahora? Ahora nos vemos carentes de la posibilidad de planificación, y si lo hacemos nos damos cuenta de que el esfuerzo y tiempo invertido fue en vano porque lo que ayer planifiqué hoy no vale; y ante esta situación ¿qué podemos hacer?
En mi humilde opinión debemos cuanto antes cambiar esa forma de pensar, cambiar nuestra estructura mental, con decisiones más rápidas y solo influyentes en el corto plazo, ya que la mayoría de los factores que nos rodean no están bajo nuestro control, empezando por algo tan simple y tan importante como nuestra libertad de movimiento. Tampoco sabemos que medidas se van a tomar en una u otra dirección, y si el marco regulatorio no es claro, la probabilidad de tomar decisiones erróneas es altísima, con la pérdida de tiempo y recursos que supone.
En resumen intentaré que mi cabeza se centre en que el plan más a largo plazo sea qué voy a comer mañana, e intentar cuanto antes acostumbrar a mi mente a evitar pensamientos a futuro en un escenario tan incierto, ya que cualquier decisión más allá queda sin efecto demasiado rápido.
Ahora más que nunca CARPE DIEM
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